sábado, 22 de noviembre de 2014

Prólogo- Laura (Deméter)

Es difícil que alguien me entienda. Nadie más sabe lo que es estar en mi piel. Cuando era pequeña era todos más fácil, nadie se daba cuenta de lo que pasaba. Podía vivir tranquila sin tener ningún peso encima. Puede que muchos de vosotros penséis que sería estupendo dominar la magia o algún elemento, que sería muy divertido y cómodo; pero, ¿alguna vez os habríais parado a pensar qué ocurriría si tuvieseis esos poderes en la actualidad? Todas las personas que desean eso no saben lo que les ocurriría. Mi vida ha sido muy difícil y no va a dejar de serlo.

  Vivía en Nueva York, Estados Unidos. No recuerdo muchas cosas y tampoco es que quiera acordarme. Ocurrieron cosas malas. Sé que tenía una amiga; era la única que me comprendía. Quizás porque siendo muy pequeñas nos habían dado mucha responsabilidad. Pero durante aquel tiempo no lo sabía del todo. A veces ocurrían pequeñas cosas extrañas, inexplicables, pero eran cosas tan simples que pocas veces alguien se fijaba, yo no me daba cuenta de ello, al crecer pensé que era casualidad o cosa del destino, pero ahora sé que todas aquellas cosas las hacía yo. Yo hacía crecer flores todos los inviernos en mi ventana. Yo hacía que los árboles del colegio crecieran hasta meterse en nuestras ventanas. Que la primavera siempre se adelantase. Pasa desapercibido para cualquier persona, pero sé que todas esas cosas las hice yo.

  Era el día de mi cumpleaños. Cumplía siete años y paseaba con mi madre por Central Park. Era por la mañana y yo tomaba un helado. Me gustaban los helados de color arco iris porque decía que eran felices. Llegamos hasta el lago, era inmenso aunque no me acordaría de cómo llegar hasta allí. Nos sentamos en la hierba y miramos a los patos. Salimos del parque y me llevó por las calles de Nueva York hasta llegar a un lugar al que no había ido antes. Recuerdo la cara de mi madre diciéndome que ya era mayor y enseñándome un montón de escombros. Luego sé que me derrumbé y estuve llorando durante mucho tiempo. Por la noche me escapé y volvía a aquel lugar, salté todas las vallas y me quedé allí llorando. Lo siguiente que recuerdo es cuando gritaba a mi madre. Le preguntaba por qué me había llevado allí, por qué no me lo había soltado así; aunque sabía que toda esa rabia iba dirigida al destino, al destino que me había quitado a mi padre y a la guerra. Sé que los guardias de seguridad podían haberme sacado de allí pero ellos no se atrevían a acercárseme: detrás de mí estaba creciendo algo que se enroscaba alrededor de los pies de mi madre y poco a poco la inmovilizaba, además unas enredaderas estaban envolviendo los escombros y unas raíces estaban agrietando las aceras. Cuando me quise dar cuenta mi madre no se podía mover, yo no había querido eso. Pero sabía que eso lo había hecho yo. Y no recuerdo nada más. Al día siguiente vinieron hombres vestidos de negro y me encerraron en una habitación. Mi madre se quedó hablando con ellos. Yo en la habitación empecé a descubrir lo que podía hacer: jugueteaba con las plantas y las hacía crecer y dar flores. Después de mucho tiempo mi madre entró en mi habitación y comenzó a meter cosas en una maleta. Sabía que estaba enfadada y bastante asustada. No dije nada, no me atrevía. Después mi madre se me acercó con el semblante pálido.


Para seguir leyendo... Prólogo






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