-¡Sara! ¡Estás en una clase de tiro con arco, pero no solemos disparar a nuestros campistas! -me gritó Quirón desde el otro lado del campo. Y entoces caí en la cuenta de que, sumida en mis pensamientos, había desviado mi flecha hacia el cielo donde unos campistas aprendían a montar en pegaso.
-Lo siento mucho Quirón, me he distraido un segundo. No volverá a pasar.
-Eso espero Sara. Sabes que esto no es un juego y que cuando te enfrentes a un monstruo cualquier error es fatal. Y ante ellos no puedes disculparte. -enrojecida de vergüenza miré hacia la diana. Tensé el arco y disparé. Centro perfecto.
-Eso está mejor Sara. Mucho mejor. Sé que tienes unas hablidiades increíbles, utilizalas.- Entonces Quirón comenzó a trotar hacia la Casa Grande y le perdí de vista en poco tiempo.
Cerré los ojos un momento y volví a recordar esos perturbadores ojos dorados y, como atendiendo a mi petición silenciosa, alguien golpeó ligeramente mi hombro. Me giré lentamente y en tensión. Y ahí estaba él. Mirándome intensamente. Desvié la mirada y me centré en un punto en su armadura de cuero.
Para seguir leyendo... Capítulo 2
No hay comentarios:
Publicar un comentario